El lado palestino del conflicto con Israel tiene tres focos. El primero, la franja de Gaza, donde los palestinos viven aislados del resto del mundo y que representa el objetivo número uno de la respuesta de Israel después del ataque de Hamás. En el noreste está el segundo, Cisjordania. Esta zona debería convertirse en corazón del estado palestino, pero desde hace décadas los gobiernos israelís van construyendo asentamientos de colonos judíos que hacen imposible la creación de una Palestina independiente.
Y después está Jerusalén, la ciudad santa de palestinos y judíos que la consideran su capital. Nadie quiere renunciar a ella, pero tampoco compartirla. La convivencia de estas tres religiones, a lo largo de los siglos, ha pasado por temporadas de tolerancia y también por guerras y violencia generalizada. En esta ciudad, de casi un millón de habitantes, el 40% de la población es de origen palestino. La mayoría de ellos viven en los barrios de la Ciudad Vieja y en Jerusalén Este, en condiciones de sobrepoblación y escasez de servicios.